Resumiendo, podemos decir que la Terapia Craneosacral potencia y ayuda a los mecanismos naturales de curación del cuerpo a disipar los efectos negativos que cualquier situación lesiva física y/o emocional tiene sobre el organismo, especialmente en el sistema nervioso central (SNC).
Esto se consigue a través del trabajo sobre el sistema craneoascral que, formado por las meninges y el líquido cefaloraquídeo, se extiende desde los huesos del cráneo, cara y boca por toda la columna vertebral hasta llegar al sacro. Envuelve y protege al cerebro y la medula espinal, manteniendo el entorno fisológico en el que funciona el SNC (sistema nervioso central). Este papel es de tal importancia que un pequeño desequilibrio o disfunción del sistema craneosacral pueden causar diferentes grados de incapacidades motoras, sensoriales y/o neurológicas.
Como el latido del corazón, el sistema craneosacral tiene un movimiento propio que puede sentirse a lo largo de todo el cuerpo. A través de un tacto suave pero profundo, podemos detectar y monitorizar este ritmo en partes concretas del cuerpo para localizar la fuente de restricción o estrés*. Desde ese punto, facilitamos el movimiento natural del líquido cefaloraquídeo y de otros tejidos blandos para ayudar al cuerpo a corregir la lesión.
Usualmente este proceso es suficiente para corregir la limitación detectada. No obstante, la Terapia Craneosacral se puede complementar con otras herramientas como las Flores de Bach, el Reiki, la Liberación Somato-emocional o el masaje, entre otros.
*En este caso, nos referimos a estrés como cualquier situación (accidente, enfermedad, shock emocional, etc.) que altera la estructura y/o la función, por lo tanto también la salud, de alguna o la totalidad parte del cuerpo.
El texto de este artículo es una traducción y adaptación del artículo Common CST questions que puedes encontrar en la web del Upledger Institute.